sábado, 16 de febrero de 2013

Palabras de Oro

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Palabras de Oro
Por Helena Blavatsky   
 

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La dama con Armiño
La verdad jamás puede ser destruída; y por eso no ha surtido efecto la tentativa de eliminar enteramente de la faz de la tierra todo vestigio de la Antigua Sabiduría, ni de aguijonear y amordazar a todos aquellos que pudieran dar testimonio de ella. Si se atiende a los millares y tal vez millones de manuscritos quemados; a los monumentos reducidos al polvo con sus inscripciones más que indiscretas y pinturas de un simbolismo excesivamente sugestivo; a la multitud de eremitas y ascetas que se pasaron recorriendo las ruinas de las ciudades del alto y bajo Egipto, los desiertos y las montañas, los valles y las tierras altas, buscando con ansia obeliscos y columnas, rollos y pergaminos, para destruir los que contuviesen el símbolo del Tao o cualquier otro signo de los que la nueva fe se había apropiado – se comprenderá fácilmente por qué sobró tan poco de los anales del pasado.
La realidad es que el obsesivo espíritu de fanatismo de los cristianos de los primeros siglos y de la Edad Media, como ocurrió después con los sectarios del islamismo, prefirió siempre vivir en el obscurantismo y en la ignorancia. Unos y otros convirtieron (...) el suelo en sangre, e hicieron de la tierra una tumba, de la tumba un infierno, y de este infierno las más profundas tinieblas.
Ambas religiones conquistaron sus prosélitos con la punta de la espada; ambas construyeron sus templos sobre enormes hecatombes de víctimas humanas. En el Pórtico del siglo I de nuestra era brillaron fatídicamente estas palabras ominosas: “El Karma de Israel”. En los umbrales del XIX podrán leer los profetas del futuro otras palabras que harán referencia al Karma de la historia astutamente falseada, de hechos distorsionados a propósito y de grandes caracteres calumniados ante la posteridad y destruidos hasta dejarles irreconocibles entre los dos carros de Jagannatha: el Fanatismo y el Materialismo: uno que todo lo acepta y otro que todo lo niega.
Sabio es aquél que se mantiene tranquilo entre los dos extremos, y que confía en la justicia eterna de las cosas.

“La Doctrina Secreta”
    Helena Blavatsky

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