jueves, 4 de noviembre de 2010

LA DIOSA DEL RENACIMIENTO FEMENINO

Ishtar

DIOSA BLANCA

SIGNO ASOCIADO : PISCIS
SU SOMBRA: ERESHKIGAL O LA DESESPERACIÓN
MASCULINO EN LUZ: DIOSES HIJOS RENACIDOS
MASCULINO EN SOMBRA: DIOSES USURPADORES DEL PODER FEMENINO

· La diosa del amor sexual sin tabúes
· La Gran Madre originaria
· La Madre-Puta
· El eterno femenino
· La dadora de Vida-Muerte-Vida
· La hechicera profunda
· La que busca a su “hermana oscura”
· La que se sumerge en el viaje a las profundidades, sin condiciones

lunes 15 de febrero de 2010

Ishtar: la diosa del renacimiento femenino



Como diosa de Piscis, Ishtar indica el lento cierre del ciclo anterior y el lento comienzo de un nuevo ciclo de renacimiento: el arcaico arranque de las Diosas Blancas. O sea que lo femenino profundo irrumpe desde la disolución

Si concibiéramos el camino de individuación y de iniciación femenina como un proceso en el cual “al entregar lo esencial... recibimos lo esencial... ”, quizás sea posible empezar a levantar el velo de esta Diosa misteriosa.

Ishtar (Innana) es una de las diosas más antiguas de la humanidad.

Surgió en la zona del actual Irak, milenios atrás, en el seno de una cultura muy misteriosa...




Como diosa de Piscis, Ishtar indica el lento cierre del ciclo anterior y el lento comienzo de un nuevo ciclo de renacimiento: el arcaico arranque de las Diosas Blancas. O sea que lo femenino profundo irrumpe desde la disolución.

Ella tiene una hermana, otra parte suya, que permanece en las profundidades (en lo no comprendido por la psique individual).
La gran saga de esta diosa es su camino hacia la oscuridad, en búsqueda de esta “hermana oscura”. La clave alquímica es que ambas hermanas poseen una parte del secreto del Amado, del misterio masculino que paralelamente va haciendo también su recorrido de iniciación profunda.

Pero Ishtar- Innana cuenta además con un guía masculino en el mundo “de arriba”: el Dios Enki -el Dios de la sabiduría de los antiguos súmeros- que le hace entrega de los “regalos” de la mente masculina (tal como Ra hiciera con Isis, en la cultura egipcia), para que sean sumados a los tesoros que sólo residen en lo femenino.

En nuestra psique femenina individual siempre irrumpe un estado de desconcierto cuando se invoca a esta diosa, un estado de mágica y temida apertura. Una nota extraña nos conmueve, como una vibración que solemos desconocer de nosotras mismas. Y esto es así, porque ésta es la Diosa del Sacrificio (cabalmente, es una diosa Pisciana)...

Pero ¿qué entenderemos (o mal-entendemos) por “sacrificio”? Parece contradictorio con el hecho de que Ishtar es a la vez una Venus en otro nivel... ¿No es acaso Venus la diosa del goce profundo, del equilibrio y del retorno a la unidad? Sin embargo es así, no hay contradicción alguna salvo en nuestra mente lineal. Es así... porque Ishtar es todas las Diosas en una, en el ciclo del retorno a la unidad. Es Venus reconciliada con la Luna.
En Piscis, Venus es un regente del submundo. Nos parece paradójico que haya algo gozosamente fértil, potente y amoroso, algo que reencuentre la armonía y el retorno a la unidad... a partir de la iniciación femenina en la pérdida.

Por esto, Ishtar nos conecta muy, muy fuertemente con algo que toda mujer sospecha de sí y de su género, del género femenino al cual pertenece: que hay algo misteriosamente dador, previo a nuestro deseo, designio o voluntad de mujeres individuales... Y tiene que ver, probablemente, con que el hecho de que encarnamos en cuerpos (por definición) orgánicamente, diseñados “para el otro”.

¿Por qué esto se vincula con el sacrificio? Porque el “dos en uno” está en nosotras para que ese ser gestado en nuestras profundidades sea luego entregado al mundo. Quien lo alimentó, cobijó, quien lo sintió como propio, deberá “perderlo” en un sentido (el personal)... para que ese ser viva en un sentido cósmico, el que profundamente le corresponde, aquél para el cual fue engendrado.

Este es un diseño tan pero tan básico, que impregna no sólo nuestro cuerpo sino también nuestras emociones y nuestras mentes. Nuestra cultura no nos preparó para esto. A nuestras madres, abuelas, bisabuelas, se las educó como mucho, para entender este misterio en el precario sentido de la subordinación (“si sos mujer no existis para vos, existís sólo para el otro"). (“Sos sólo el segundo sexo”). A las contemporáneas se nos preparó para el camino opuesto ( "recuperate y sé vos misma, no te pospongas, que el otro no exista salvo que vos estés primero"). En los dos casos perdemos este misterio que esencialmente nos constituye.

Si no hacemos el retorno atravesando esta zona, si algo en nosotras no empieza a sentir “por derecha”, jubilosamente, el misterio de la entrega y no la pérdida injusta o el designio de subordinación inevitable ... si algunos de estos malentendidos no se limpian en nuestras psiques, perderemos la oportunidad de cruzar el portal de la iniciación en lo femenino profundo.

Si por el contrario, concibiéramos este camino como una modalidad en la que “al entregar lo esencial... recibimos lo esencial... ”, quizás sea posible empezar a levantar el velo de esta Diosa misteriosa.


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